lunes, 23 de noviembre de 2015


Es necesario cada cierto tiempo huir de uno mismo.
Perderse, levitar, ayunar, sentir el cuerpo vacío, agotado, dolorido.
Mutar la piel, beber, tocar fondo.
Estar ausente de todo.
Para después aferrarse de nuevo a la vida.
Reencontrarse.
Vestir colores pastel, andar a paso ligero 
y sonreir a los vecinos cuando te saludan en la escalera.

-¿Qué tal estás, preciosa?
-Jodidamente bien, gracias.

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