viernes, 20 de diciembre de 2013

Síndrome de los veintitantos


Te empiezas a dar cuenta de que tu círculo de amigos es más pequeño que hace unos años atrás. Te das cuenta de que cada vez es más difícil ver a tus amigos y coordinar horarios por diferentes cuestiones: trabajo, estudios, etc. Cada vez disfrutas más de esa cervecita que sirve como excusa para conversar un rato. Las multitudes ya no son "tan divertidas", incluso a veces te incomodan. Extrañas la comodidad del colegio, de los grupos, de sociabilizar con la misma gente de forma constante, pero te empiezas a dar cuenta de que mientras algunos son verdaderos amigos otros no eran tan especiales después de todo. Entendiste que la amistad no se basa en el tiempo, sino en la calidad de la personas que tienes a tu lado. Te empiezas a dar cuenta de que algunas personas son egoístas y que, a lo mejor, esos amigos que creías cercanos o que los conservas desde hace mucho tiempo, no son exactamente las mejores personas que has conocido y que hay más gente que te rodea, a quienes le debes poner mayor atención. Ríes con más ganas, pero lloras con menos lágrimas, y con más dolor. Entendiste que el tiempo no sana las heridas, sino que alarga las agonías. Aprendiste que las peleas son distintas a las discusiones y que las discusiones surgen en base al cariño y engrandecen las relaciones. Entendiste que los tiempos no existen y que las decisiones hay que tomarlas alguna vez en la vida. Aprendiste que alguien más que tú puede tener la razón, y que con los sentimientos ajenos no se juega. Aprendiste que las parejas van y vienen, y que hay gente que queda y que siempre estará. Aprendiste a escuchar y a valorar los pequeños detalles del resto, que marcan la diferencia entre las multitudes. Aprendiste que la calidez de palabras, los oidos atentos, las palabras sinceras y una incondicional lealtad, no te la da nadie más que un verdadero amigo. Aprendiste que la confianza es algo que se siembra, se riega, se cultiva y se cosecha, que hay que ganársela y saber mantenerla. Que es para una persona especial, que no es para todos, y que lamentablemente no se regala y cuando se pierde es imposible recuperarla. Te rompen el corazón y te preguntas cómo esa persona que significaba tanto te pudo hacer tanto mal, o quizás te acuestes por las noches y te preguntes por qué no puedes conocer a una persona lo suficientemente interesante como para querer conocerla mejor. Las citas de una noche te empiezan a parecer baratas, y emborracharte y actuar como un idiota empieza a parecerte verdaderamente estúpido. Salir tres veces por fin de semana resulta agotador y significa mucho dinero para tu pequeña billetera. Tratas día a día de empezar a entenderte a ti mismo, sobre lo que quieres y lo que no. Tus opiniones se vuelven más fuertes. Ves lo que los demás están haciendo y te encuentras a ti mismo juzgando un poco más de lo usual porque de repente tienes ciertos lazos en tu vida y adicionas cosas a tu lista de lo que es aceptable y de lo que no lo es. A veces te sientes genial e invencible, y otras, con miedo, solo y confundido. De repente tratas de aferrarte al pasado, pero te das cuenta de que el pasado cada vez se aleja más y que no hay otra opción que seguir avanzando y de saber conservar bien el presente porque será tu única compañía en el futuro. Lo que puede que no te des cuenta es que todos los que estamos leyendo esto nos identificamos con ello. Todos nosotros tenemos o tuvimos "veintitantos" y nos gustaría volver a los 15 -16 algunas veces. Parece ser un lugar inestable, un camino en tránsito, un desbarajuste en la cabeza pero TODOS dicen que es la mejor época de nuestras vidas y no tenemos que desaprovecharla por culpa de nuestros miedos. Dicen que estos tiempos son los cimientos de nuestro futuro, y que estamos entrando a la realidad de nuestras vidas. Pareciera como si hubiera sido ayer, teníamos 16..  ¿¡Entonces mañana tendremos 30!? ¡¿Así de rápido?! Hagamos valer nuestro tiempo. 
Que no se nos pase..

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